Credit: Juan Carlos Pestano

Con el estigma de ser un músico considerado excéntrico, Pat Fish ha estado involucrado en el proyecto de Jazz Butcher desde principios de los 80 siendo, eso sí, una rara avis de aquella generación, por sus evidentes influencias de Velvet Underground, Modern Lovers o Dylan. Esa supuesta excentricidad no es sino una forma de escapismo de las corrientes sonoras que marcaron aquellos años y de las que Pat se escurría con elegancia.

Como músico inquieto ha sabido establecer unos parámetros que caminan con los años, cambiando su agresividad juvenil por un semblante más reposado, con el uso de contrabajo y sección de viento, escobillas en la batería y un tono relajado en sus interpretaciones.

Su último concierto en nuestro país se produjo celebrando los 25 años del programa de radio que presento y dirijo, Los 39 Sonidos, disponible en www.juanvitoria.com, por ello fue una actuación pensada para dejarse llevar por un público poco numeroso, pero expectante y deseoso de conectar con este nuevo formato. Con algunas proposiciones extraídas de su más reciente trabajo, “Last Of The Gentlemen Adventurers” y gotas de su trayectoria pasada, la combinación de trompeta, pedales de efectos, guitarra acústica y la sobriedad vocal que le caracteriza, Pat nos trajo una bluesy “Southen Mark Smith”, radicalmente opuesta al nervio original del tema, aunque sí mostró lo impecable de canciones que fueron tratadas casi al igual que hace treinta años, caso de “Partytime”. Momentos álgidos como la francófona “Tombé dans les pommes” y las sorpresivas versiones del “All Along The Wachtower” dylaniana, fundida con “Free Money” de Patti Smith o una contagiosa “Gloria” de Them, constataban la sabiduría que sobre un escenario tiene este hombre, curtido en mil noches frente a concurrencias dispares a las que nunca ha temido.

Decir que Jazz Butcher es un genio incomprendido no es un recurso fácil; compararlo con personajes como Kevin Ayers o Syd Barrett tampoco es una perogrullada; lo que sí está claro es que es un creador con una versatilidad aplastante, que se mueve en todos los terrenos con brío y sin titubear, que engancha desde la primera nota y que atrapa a la audiencia con una velocidad inusitada. Todos sabemos que faltaron algunas canciones que eran emblema de esos “otros 80’s”, pero no se notó en absoluto, ya que las composiciones elegidas nos manejaban por los caminos que él había preparado y constataban la brillantez en la composición de todo un personaje encantadoramente maldito del pop británico, con muchos matices loureedianos.

Al día siguiente, para celebrar el día de las tiendas de discos especializadas en todo el mundo, Pat tomó su guitarra y a su trompetista y se marcó un mini concierto entrañable en Discos Amsterdam, con alguna otra adaptación inesperada, como “Take The Skinheads Bowling” de Camper Van Beethoven.

A Pat Fish hay que quererle por lo que tiene de significado su música, la libertad de no claudicar ante modas o condicionantes, el talento que derrocha cada vez que contacta con las cuerdas de una guitarra o, incluso, cuando suspira. Y suspira de maravilla, es lo que tienen los genios.